Es curioso que cuatro de los más populares inventos españoles, obedezcan a un impulso sexual tan viril como es poner un palito.
Cogimos una letra N, la coronamos con uno -algo sinuoso- y creamos el sonido eñe, nuestra letra insignia. Con esto ahorramos una tinta y un tiempo que hasta entonces empleábamos en escribir la doble ene para el mismo efecto acústico.
A algo tan dulce como es un caramelo le colocamos otro, y lo bautizamos como lo bautizamos para no dejar duda de la intención con la que se concibió. Sirve para poder hablar mientras lo chupas, sin pringarte los dedos.
El mocho de fregar suelos, fue hasta que le pusimos uno suficientemente largo, un instrumento para producir artrosis de rodilla. No entiendo cómo estando compuesto por dos elementos masculinos, no lo llamaron el fregón.
Y por último el más internacional y antiguo, aquel que costó redondear mucho más que la subida del IVA. Tallar un disco, perforarle el centro y meterle un palo. Ta-ta-ta-chán... la rueda. ¿No sabíais que se inventó aquí?
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