lunes, 17 de septiembre de 2012

Toreros



       Qué impresionante es un recorte, qué emocionante una carrera, qué valor y espíritu de equipo el de los Forcados. Y no hablo de las acciones del Presidente, ni del porvenir de los universitarios ni de la Revolución de los Claveles. Me refiero a las competiciones y espectáculos taurinos.

       Lo del pasado domingo en Nimes podría ser considerado como la necesaria excepción de toda regla, pero no le veo yo salvedades a la tortura, que la hagan patrimonio cultural.

       Ayer una plaza, llena hasta la bandera francesa, disfrutó del morbo superlativo que supone ver a alguien rozar la muerte una y otra vez, durante más de dos horas. En las carreras de coches y de motos también se la juegan, pero sin pinchar a nadie con armas blancas de distinto tamaño, hasta matarlo con la más larga. Y para los que prefieran el binomio hombre-toro que el de hombre-máquina, hay quienes ponen en peligro su vida corriendo encierros, saltando sobre sus astas y deteniendo su mortal embestida a pecho descubierto.

       Por muy refinado que sea en su proceder, yo me quedo con una declaración de José Tomás, en la que afirma que para él, la mejor manera de morir es toreando. Como un soldado en la batalla, predispuesto a la muerte por un entorno sangriento.

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