viernes, 7 de septiembre de 2012

Crónicas Inrternáuticas 3

Gran bola

       Llevamos una semana de funcionamiento continuo en la sección de conservación, y es tal el nivel de concentración de los cinco técnicos que allí trabajan, que hay noches que cuando hago la ronda, ni se dan cuenta. No me dan ni las buenas noches. Sólo dos son de aquí, los otros tres acudieron cada uno de una zona distinta, y mañana se espera la llegada de dos más, procedentes de un lejano punto situado casi en las antípodas. De una de las megacolonias de la otra red. 

        Esta situación no la había vivido antes, pero tenía fundadas sospechas de qué la motivaba. El hecho en sí,  consiste en que algunos objetos desaparecen de sus vitrinas, poco a poco. Empiezan a transparentarse y en pocas horas, no más de tres, no queda ningún rastro. Ni las huellas de la presión en el cojín sobre el que reposan. Olvidaba referir que se trata solamente de piezas de poco tamaño: herramientas de mano y ornamentos. No sé si lograrán detenerlo esta vez, pero seguramente, pronto se empezará a hablar de invasores de otros mundos. 

      Ya sucedió algo similar hace más de cuatro siglos. Y los rumores se multiplicaron; de hecho la propia solución de las desapariciones, creo que fue uno. Porque hoy, teniendo más medios, parece que no tiene arreglo. Yo creo que los visitantes que recibiremos mañana, vienen únicamente en cumplimiento de un protocolo y son el último paso antes del cierre temporal del museo, el traslado de todo el material de esas dimensiones a un lugar indeterminado -del que yo no tendré conocimiento- y la reubicación provisional del personal.

       Los antecedentes de las desapariciones espontáneas de objetos, están datadas en el período de la, entonces  incorrectamente llamada, invasión extraterrestre,  que duró cinco años. Las naves aparecieron en marzo de 2078 y cinco años después dejaron de verse. Se desvanecieron de todos los sistemas de control, de aquellos que no obtuvieron más señales que las que hubiese emitido una piedra: un color indefinible, una superficie de rugosidad variable y un tamaño superior a cualquier cosa conocida. Pero como no atacaron, no se consideraron hostiles. Constituyó el ejercicio de conjeturas más grande datado en el planeta. Por esa época, la física actual era embrionaria y los ejércitos, tradicionalmente poseedores de los mayores avances tecnológicos, hicieron todo lo que pudieron, limitarse a observar.

       Los primeros dias cundió el pánico. Pese a la aparente inactividad de aquellas moles situadas en la vertical de los más importantes núcleos urbanos de toda la tierra, sus habitantes estaban atrerrados.
      

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